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Channel: Bereshit: la reconstrucció de Barcelona i altres mons
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Castilla

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Primera edición de Campos de Castilla (1912),
de Antonio Machado

...pedir al rey nuestro señor tenga por bien se hagan arcas de tesoro en las Comunidades en que se guarden las rentas destos reynos para defendellos e acrecentarlos e desenpeñarlos, que no es razón Su Cesárea Majestad gaste las rentas destos reynos en las de otros señoríos que tiene...
Archivo General de Simancas,
Estado, leg. 16, fol. 416


Por esas extrañas coincidencias por las que nos lleva la historia (a veces erróneamente, como la de creer que Cervantes y Shakespeare murieron el 23 de abril de 1616 cuando en realidad el primero lo hizo el 22 y el segundo el 3 de mayo, una vez sincronizados los calendarios gregoriano y juliano vigentes en sus respectivos reinos), en 23 de abril sí que se corresponden las celebraciones del santo patrón de Cataluña, San Jorge, fiesta que el talante profano reserva hoy a los libros y a las rosas, y la fecha en que Castilla celebra su Día Nacional.

Buscando más azarosas coincidencias, tanto Castilla como Cataluña celebran esta efemérides con una derrota. Los catalanes, ante Felipe V (1714); los castellanos, ante Carlos I (1521). En la revuelta de las Comunidades de Castilla, los nobles castellanos y las capas populares, capitaneadas por Padilla, Bravo y Maldonado (una de esas series de nombres que nos aprendíamos de corrido cuando en la escuela se hacía uso de la memoria); héroes que sucumbieron en Villalar (hoy de los Comuneros) a las tropas imperiales de aquel Carlos I de España y V de Alemania, hijo de la loca Juana y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico; aquel rey contra quien se lamentaban los pasquines que proclamaban:

“Tú, tierra de Castilla, muy desgraciada y maldita eres al sufrir que un tan noble reino como eres, sea gobernado por quienes no te tienen amor”.

La historia, que es caprichosa, ha querido que aquella causa fuera lucha por la libertad y sus héroes mártires del absolutismo. Desde Juan Martín Díez, El Empecinado (que en 1821 promocionó el III Centenario de la batalla de Villalar) y la interpretación romántica y liberal finisecular, hasta la musicalización del romance Los Comuneros (1972), escrito por el poeta leonés Luis López Álvarez, que el grupo segoviano Nuevo Mester de Juglaría realizó durante aquella Transición en la que vendimos nuestra alma al diablo, la causa comunera se ha convertido en sinónimo de los valores que luchan contra el poder que el nacionalcatolicismo instauró con su visión de la España imperial, de yugos y flechas, de flechas y pelayos, que, sin solución de continuidad, tomaba carrerilla desde Viriato, el “invicto caudillo lusitano” que ya alimentaba las raíces del solar patrio.

En todo caso, la celebración de esa derrota (y en este país las derrotas las llevamos a cuestas siempre los mismos) es la excusa perfecta para pagar una deuda que un servidor y este blog tienen pendiente desde hace unos años.

Por razones que en este caso la razón sí entiende, Bereshit es seguido por blogueros de esa Castilla que en Villalar de los Comuneros (pero también en los frentes de Madrid y del Ebro en tiempos más recientes) perdieron la posibilidad de construir una España más justa en la que Campos de Castilla (por poner sólo un ejemplo) sustituyera la cruz y la espada. Don Quijote, en su locura, sabía que no eran molinos.

Machado en Collioure, La antorcha de Kraus, El ojo heterotópico, Tú, la evanescente, La silla de K, La dame au chien, Nuevo diccionario del diablo, Joachim & Malik Verlag, La sombra de la nube, Dichos y contradichos... Son algunos de los compañeros de viaje (el olvido no es voluntario).

Es posible que algunos no sean proclives a las celebraciones; o que lo comunero les suene a añejo. Tanto da: tomémoslo como una metáfora. Esta es una ocasión como cualquier otra, y hacia vosotros va mi gratitud, no por leer esta humilde bitácora sino por romper fronteres y tópicos lingüísticos y por redimir con vuestra voz un sufrimiento que desde la periferia a veces se ignora cuando el tópico convierte en erial esa Meseta donde resuenan los versos de Teresa de Ávila y de Juan de la Cruz, ecos de jarchas y lamentos de conversos y pícaros, entre muros de castillos y conventos, entre aperos de labriegos, entre encinares y un ciprés, “flecha de fe, saeta de esperanza”.

Y al día siguiente, tras la derrota comunera, el Doctor Cornejo, el Licenciado Garci Fernández y el Licenciado Salmerón sentenciaban:

“En Villalar á veinte é cuatro dias del mes de Abril de mil é quinientos é veinte é un años, el señor alcalde Cornejo, por ante mi, Luis Madera, escribano, recibió juramento en forma debida de derecho de Juan de Padilla, el cual fué preguntado si ha seido capitán de las Comunidades, é si ha estado en Torre de Lobaton peleando con los gobernadores de estos reinos contra el servicio de SS. MM., dijo que es verdad que ha seido capitán de la gente de Toledo, é que ha estado en Torre de Lobaton con las gentes de las comunidades, é que ha peleado contra el condestable é almirante de Castilla, gobernadores de estos reinos, é que fué á prender á los del Consejo é alcaldes de sus Magestades. Lo mismo confesaron Juan Bravo é Francisco Maldonado haber seido capitanes de la gente de Segovia é Salamanca. Este dicho dia los señores alcaldes Cornejo é Salmerón é Alcalá dijeron que declaraban é declararon á Juan de Padilla, é Juan Bravo, é á Francisco Maldonado por culpantes en haber seido traidores de la corona Real, de estos reinos, y en penas de su maleficio dijeron: que los condenaban é condenaron á pena de muerte natural, é á confiscación de sus bienes é oficios para la cámara de sus Magestades, como á traidores”

Archivo de Simancas, Comunidades de Castilla, núm. 6

Mil quinientos veintiuno,
en abril para más señas,
en Villalar ajustician
quienes justician pidieran.
¡Malditos sean aquellos
que firmaron la sentencia!
¡Malditos todos aquellos
los que ajusticiar quisieran
al que luchó por el pueblo
y perdió tan justa guerra!
Desde entonces ya Castilla
no se ha vuelto a levantar,
en manos de rey bastardo
o de regente falaz,
siempre añorando una junta
o esperando un capitán.
Quién sabe si las cigüeñas
han de volver por San Blas,
si las heladas de marzo
los brotes se han de llevar,
si las llamas comuneras
otra vez crepitarán.
Cuanto más vieja la yesca
más fácil se prenderá,
cuanto más vieja la yesca
y más duro el pedernal,
si los pinares ardieron,
aún nos queda el encinar.

“Canto de esperanza”, Los comuneros (1972),
de Luis López Álvarez

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